30 de octubre de 2000

[Marruecos] Marrakech

Marrakech. 24 de octubre de 2000.

Son las 8 de la mañana, brilla el sol y calentan tanto que estamos desayunando el la terraza en mangas cortas. ¡Quien lo diría después del frío que hacía anoche y del viento salvaje! Ahora visitaremos Aît-Benhaddou que es patrimonio de la humanidad y luego carretera a Marrakech.

En los desayunos casi siempre ponen margarina. Yo la odio. Prefiero la mantequilla. Con todo lo ganadero que es este país, el día que nos ofrecieron "fromage" nos pusieron quesitos "la vaca que ríe" y para las tostadas usan margarina... ¿será que solo vamos a sitios baratos?

En los hoteles hay que regatear. Los últimos días hemos conseguido descuentos del 25-30 % del primer precio que dicen (el máximo legal). Basta con amagar con buscar otro hotel. Hay que regatear TODO.

Ait-Benhaddou es un pueblo de arcilla. Está en la falda de un risco de arcilla de unos 100 m. de altura que desciende con fuerte pendiente hasta el oued (río), generalmente seco.


Está rodeado de murallas con puertas monumentales (por lo menos dos) y tiene dentro un conjunto de Ksar y Ksur de lo más bonito y mejor decorado que vimos (similar a Taourit en Ouarzazate). No entramos al pueblo, solo cruzamos el río hasta la puerta principal.


Después, en la subida del pueblo por el que pasa la carretera, unas tiendas preciosas preparadas para los turistas: fósiles y minerales, desde cristales perfectos de cantidad de minerales distintos hasta geodas de cobalto-pirita, calcitas, ... y de fósiles una pasada. Artesanía de todo tipo, barro, hierro, cuero, lana, vidrio ... y otra vez a la ruta.


Viajar por carretera en Marruecos es siempre una pasada. Los paisajes radicales. Esto es el paraíso para un geólogo. Los pueblos de arcilla se mimetizan con los paisajes que ocupan. Además se aprecia en ellos el gusto y el trabajo de quienes los habitan. Esta carretera también está plagada de estos pueblos tan fotogénicos. Las montañas y sus gargantas, sus formas caprichosas y colores variados: verde, rosa, anaranjado, rojo, morado, ocre, verde oscuro, negro, ...

Al final del recorrido el palmeral de Marrakech. El desierto quedó en el Atlas. Esto es otra cosa: Olivos, naranjos, palmeral, almendros, etc. Hasta llegar al hotel "Sidi Mansour", a 12 Km. de la ciudad, en dirección a Fez.


Durante todo el recorrido que, como la otra vez de subida y bajada del Atlas, fue de pánico, había chicos vendiendo minerales, fósiles, etc. algunos descaradamente pintados.

Luego de una ducha caliente, ropa limpia y un descansito, nos fuimos en coche hasta Marrakech. ¡Qué locura de tráfico! Dimos un paseo por la muralla hasta Ménara, un lago artificial para regar rodeado de jardines de olivos enormes y naranjos preciosos.


Aparcamos en Bab Rhemat sin agobio de guardacoches ni guías, un par de chicos saludaban y Nacho les lanzó una mirada asesina y ya no volvieron a intentarlo. Eran las tres y pico y estábamos muertos de hambre. Dimos con un local donde la gente comía platos combinados: patatas fritas y cocidas, zanahoria cocida y rallada, tomate, lechuga, cebolla, aceitunas, atún -como con lo que rellenan los bocadillos- y nos metimos uno que estaba buenísimo. Con una botella pequeña de agua pagamos 13 dh. Seguimos caminando, ahora con más fuerza, y dimos con la plaza Jemaa el Fna. Es un sitio enorme lleno de tenderetes y con mucha gente y tráfico: burros, motos, petit taxi, grand taxi, bicis y algún que otro coche. Tomamos un té en una de las terrazas.


Y seguimos paseando. Ahora parte del zoco. Menudas tiendas más bonitas, qué artesanía tan fantástica en barro, cuero, lámparas, hierro, madera, etc., ¡de todo! y las tiends de frutos secos, y las de especies, en fin, todas preciosas. Además es mucho más cómodo, además de bonito, que el de Fez, porque es más ancho y no es en cuesta.

Visitamos por 10 dh. cada uno la Médersa de de Ben Youssef, algo impresionante, la más grande de Marruecos, y creo que la más bonita. Un trabajo genial.


Vuelta de callejeo por la medina, entrada en un chiringuito de internet a poner un par de emilios y se hizo de noche.

Entonces volvimos a la gran plaza. Aquello que por la tarde estaba lleno de gente, ahora triplicaba la cantidad.


Nos asaltaron vendiendo hachis. Es un sitio diferente a todo lo que he visto hasta ahora y creo que de este viaje lo que más me ha gustado. Porque los paisajes han sido fascinantes, pero esto no es comparable, se trata de gente, y es distinto. Mogollón de puestos donde comer algo. Nosotros elegimos uno en el que los cocineros no nos llamaban invitándonos a sentarnos y que estaba lleno de marroquís, hombres y mujeres, cenando sopa con dátiles y caramelo. Un chico que estaba sentado a mi lado nos invitó a probar los dátiles de su cuenco y le pidió al camarero que nos diera un trozo de lo que ellos llaman "caramelo", que es una pasta muy dulce frita.


Echadoras de cartas, trabafuegos, cuentacuentos, hombres mayores hablando con parejas y vendiendo algún brebaje, hierbas, esencias, etc. Pero hay que vivirlo.

25 de octubre de 2000.

Nos levantamos a las 9 y desayunamos en el hotel. Después intentamos visitar el jardin Majorelle, pero como habíamos ido primero a la oficina de información turística, llegamos a las 11,30 y no entramos, pues cerraban a las 12,00.

Dimos unos paseos por la medina después de aparcar en la Plaza de Jemaa el Fna y comimos en un restaurante para europeos que hay en esta plaza. Peor que el día anterior y más caro.

Por la tarde vimos el museo Dar si Said, que está en un palacio bastante impresionante y lleno de artesanía bereber: alfombras, puertas de kasbahs, joyas, cerámica y armas, también cuero bordado y repujado. Todo precioso. Al salir entramos en el palacio BAHIA***:


Las guías hablan de 150 habitaciones, y la visita consiste en atravesar 4 ó 5 patios, cada uno más hermoso que el anterior comunicados y redeados de habitaciones con una decoración increible. Todo lo que uno sueña leyendo "las mil y una noches" está aquí a la vista, y eso que las paredes están desnudas (falta mobiliario). Una auténtica pasada.


Después volvimos a la plaza Jemaa el Fna a cenar algo en los puestos (fabada), a Jose la invitaron a repetir. Estos puestos son baratísimos y cocinan muy sabroso. Aún no eran las 7 de la tarde y ya nos fuimos, agotados, y empalagados de arte bereber para nuestro hotel.

Pastelitos, dátiles, almendras, un porrito y a dormir.

26 de octubre de 2000.

Salimos del hotel a las 9 y desayunamos cerca de nuestra primera visita del día: el jardín Majorelle. Un sitio muy bonito y refrescante, con cactus enormes, tremendos bambús y otras muchas plantas bonitas.


Dentro tiene un museo por que que hay que pagar otros 15 dh. por persona. Quería mangar un trozo de una gitanilla de color granate oscuro y Nacho no me dejó.


El jardín es particular. Afuera acosan los petit taxi y también los guías.


Luego, como ya eran las doce y cierra todo, callejeo, comer y zoco para estar a la sombra proque el sol quema una pasada.

Zumos de naranja deliciosos y tés de menta. fumar, pues hay que consumir el hachis antes de salir de Marruecos y nos estamos planteando comprar una alfombra aunque el gasto suponga salir un par de días antes (esto suena a escusa).


Regresamos a Marrakech aparcando en la plaza Jemaa el Fna con un ambiente increíble, hoy los puestos de comida eran el doble de ayer y había un mogollón de gente. Esto estaba animadísimo. Cenamos, con algún incidente. Paseamos. Vimos boxeo, tragafuegos, equilibristas, mujeres danzando y tocando crótalos, charlatanes, cantantes, vendedores de todo, en fin...


Paseamos por el zoco y entramos a una tiendita de alfombras a regatear con un señor que parecía viejísimo, con sólo dos dientes y que no hablaba francés ni español. Son las 9 y en el zoco todo está cerrando. Un té y nos volvemos al hotel.

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